viernes, 10 de agosto de 2007

El bunker



Cuando su padre la encerró en el bunker, el mundo parecía que fuera a acabarse. Recuerda el cielo negro y la tierra retumbando. Es lo último que pudo ver antes de quedar a salvo de una destrucción que parecía inminente. Esperó a sus padres durante días. Pero el bunker no volvió a abrirse.
Tenía víveres suficientes para toda la vida. O eso le pareció. Los primeros días apenas sintió hambre. Ni siquiera sed. Miraba absorta aquella puerta que se cerró con la promesa de abrirse en unas horas. Pero nadie la abrió.
Recordó la historia de Robinson, uno de los primeros libros que leyó. Comenzó entonces a tachar los cuadraditos de un calendario que su madre había colgado de la pared. No estaba muy segura del tiempo que había transcurrido cuando hizo la primera marca, pero se aseguró de mirar el reloj a partir de la primera cruz.
Ahí abajo no se oía nada. Odió el silencio, tanto como odió el ruido ensordecedor de las bombas que caían sin cesar la noche en la que su padre decidió ponerla a salvo.
Encendió el ordenador y conectó su correo. Ninguno de sus amigos estaba conectado. Comenzó a escribir S.O.S. a todos sus agregados. Nada.
Al cabo de dos meses, recibió un e-mail de una nueva dirección. Aunque no era su costumbre hablar con desconocidos, aceptó la invitación y volvió a escribir un S.O.S. desesperado. No hubo respuesta. Escribió entonces una larga carta explicando su situación. Explicó al desconocido cómo había llegado a esa situación y todos los por qués que se le ocurrieron. Cada día enviaba un mensaje contando un poco más de cómo vivía encerrada en su bunker y el miedo a quedarse para siempre encerrada. Casi tanto miedo como le daba salir de allí. No podía imaginar qué se encontraría. Sólo sabía que el cielo se oscureció y la tierra tembló la noche que su padre la escondió en el bunker de su casa. Armándose de valor le dio las directrices exactas de su ubicación. Tenía la esperanza de que la rescataran. Quien fuera el que la agregó a su círculo, desapareció sin más. Luna, el nombre que ella misma se había asignado en su correo, siguió intentando conmover a la única señal de vida que había recibido. Una señal que no sabía de dónde provenía. Tal vez fuera un simple niño jugando o quizá quien envió la señal estaba prisionero como ella, o quizá él había conseguido salir y se había olvidado de ella. Tal vez incluso ni hubiera leído siquiera sus mensajes. Pero Luna siguió escribiendo y contándole lo sola y temerosa que se sentía en ese bunker concebido para salvarla, y que ahora parecía que fuera su tumba.
Luna siguió escribiendo durante meses. Ya no esperaba respuesta, tan solo le ayudaba a mantener activa su mente. Le contaba a la señal todo cuanto pasaba por su cabeza. Cuando ya no esperaba que la respondiera, apareció de nuevo. La señal se disculpó por no poder hacer nada por ella. También ella estaba prisionera en algún lugar. No decía dónde. Luna imaginó toda clase de posibilidades. Le preguntaba de dónde era, si estaba como ella encerrada en algún otro bunker sin poder salir. Nada. La señal tardaba días y días en conectarse y cuando lo hacía, sólo escribía S.O.S. Luna pasó de sentirse la única víctima, a pensar en la señal como alguien a quien tenía que ayudar.
Una noche escuchó los candados del bunker. Contuvo la respiración. Ya no estaba segura de querer salir de allí. Tenía demasiado miedo a que el mundo que había conocido hasta entonces hubiera desaparecido. Quizá sus padres ya no estuvieran en él. Quizá sus amigos hubieran desaparecido. Quizá el cielo estuviera más negro. Escuchó las puertas impactando contra el suelo y oyó la voz de una mujer preguntando:
-¿Laura, estás ahí?
No era la voz de su madre ni ninguna otra voz conocida, pero sabía su nombre.
Luna salió de allí entre sollozos. Pensó en la señal y en cómo conseguiría encontrarla. Ella estaba ya a salvo. El cielo volvía a ser azul y la tierra había cesado de moverse. Pero sus padres no volverían. En su ausencia habían perecido sus seres más queridos. No había rastro de su casa, ni de los árboles que la rodeaban. Tampoco estaba en pie el que un día fuera su colegio ni las casas de sus amigos. Por un momento se sintió más sola que en el bunker.
El mundo había cambiado en apenas unos meses. Ya nada sería igual, pero ella estaba viva de nuevo. Pensó en la señal como en algo lejano, y quiso convencerse que también ella podría haber sobrevivido.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Decìa Gabriel mirò que" si vuelvo la mirada melancòlicamente a la niñez es porque tenìa madre".
leer tu bunker me llenas de melancolìa.
Jamàs fui tan feliz como en mi infancia.Ahora que solo cumplo obligaciones si que tengo la sensaciòn de perder el tiempo muchas veces.
Hay quien me anima a vivir intensamente y a salir del bunker burgues, pero no hay ......
Yo soy "asin", corro en direcciòn contraria.
Luna al salir decia que no escuchaba la voz de su madre . esa es la que mas se busca por los hijos. En mi caso creo que tambien buscarìan (quizas antes) la de su padre. Por eso soy tan despistao que no me veo, ni me siento a mi mismo, querida Carmen
Ir despistao o contracorriente hoy no es querer traicionar el mañana.
¿Que perdida de tiempo ,no?
Un saludito. Taba

carmen jiménez dijo...

¿Está seguro anónimo? Ir contracorriente y seguir siendo burgués, apriori parece contradictorio, piénsalo. Aunque yo creo entenderte, pues mi forma de vida es tan aparentemente burgués como pueda serlo la tuya y sin embargo también nado contracorriente.
No conozco a Gabriel Miró pero estoy de acuerdo con sus palabras. También con las tuyas. Mi hijo mayor (de tres, jeje, todavía me suena extraño) llamaba a su papá en mitad de la noche. ¡Abajo los tópicos!
Y ahora algo sobre tu lectura. Decía alguien, no sé quien, que cuando un autor publica su obra deja de ser suya y pasa a ser del lector. Hay sin duda muchos bunker en los que sentirse solo/a. Y cuando por fin logras salir de él, nada es como habías imaginado. Mi marido siempre dice:
"De todo cuanto imagines, ocurrirá lo que nunca has imaginado" Quizá ésa sea la salsa de la vida, pero yo tampoco tengo...y muchas veces prefiero seguir en la prisión. A fin de cuentas la conozco bien, me siento cómoda. Asi que me reitero en mi pregunta ¿Estás seguro de no traicionar al mañana? ¿A tu mañana?
Un saludo,
la autora.

Anónimo dijo...

no estoy seguro, mis dudas me dejan tan aturdido que no me deja ver el camino de los sueños.
Mi espejo no tiene voz para revelarme lo que piensa de lo que son mis limitaciones y lo que son excusas "burguesas".
Lo peor que llevo, amiga autora, es el rito de indagar lo que me pasa. Quizas me meteria voluntario a el bunker hasta dejar de marear la perdiz u ordenas mis neuronas. La conciencia es un jurado que nunca te deja tranquila.
ES una labor ingrata indagarse o desvelarse, pero lo es mas si despues de tanto quebraero de cabeza la conclusiòn se disuelve en la nada por eso de no hay........
La frase de tu mario es muy alentadora,¿es gallego?. LLevas razòn: ser burguès e ir contracorriente es terrible. ji,ji...
La que està viva ,en un ciclo dorado y con "eso" que me falta es una vickinga que se pasea por las Islas afortunadas.Que alegrìa(y envidia) tener las cosas tan claras jamia.