miércoles, 12 de diciembre de 2012

Rosa descolorido



Sonaron las primeras notas musicales de su teléfono móvil. Nerviosa por responder, comenzó la búsqueda implacable de su Nokia rosa dentro de su bolso rosa un poco descolorido. Sus dedos tropezaron con la funda de las gafas, con el monedero sin monedas, con la libreta siempre dispuesta para anotar sus olvidos o sus ocurrencias. Un bolígrafo azul, otro negro, un frasquito de perfume para emergencias…
El volumen de la música ascendía al mismo ritmo frenético con el que sus dedos seguían rebuscando ese artilugio de esperanza entre tanto objeto innecesario. Klinex, pintalabios, un paquete de tabaco a medias, otro por si acaso, un mechero, otro de repuesto, también por si acaso, las llaves de la casa, las del auto, un pañuelo para el cuello, por si la noche refresca, un libro de poemas para entretener el tiempo, y ni rastro de la esperanza rosa  para responder la llamada. Los dedos tanteaban a ciegas reconociendo cada objeto, y volvían a revolverlos como se revuelven las fichas del dominó antes de repartir suerte a cada jugador. La melodía cesó a los pocos segundos para volver a sonar la misma canción. Reparó entonces en un agujero en el forro de su bolso. A penas si podía colarse una moneda de diez céntimos, pero en realidad su esperanza no era mucho mayor. Una voz metálica anunció su estación. Cuando todo quedó en silencio, apareció como por arte de magia el artefacto en cuestión. Miró la pantalla para valorar los riesgos. “Dos llamadas perdidas y ningún mensaje pendiente de revisión”  Sacó entonces su libreta de notas y anotó: “Coser agujero del bolso antes de que se cuele por su forro también, el poco orgullo del que dispongo”.